El origen del brasero tiene siglos de historia, tantos como hogares ha calentado. Un elemento que no podía faltar durante los fríos días de invierno, hace no tantos años, en muchos hogares, sobre todo del entorno rural. Alrededor del brasero comíamos, jugábamos y participábamos de largas tertulias junto a los nuestros.

¿Qué es el brasero?

El brasero es un recipiente cóncavo metálico provisto generalmente de una tapa con hendiduras por las que sale el calor. Para evitar el contacto con el suelo, los modelos superiores incluían un pie o soporte. Como combustible se utilizaba carbón vegetal por su larga combustión.

El brasero se colocaba habitualmente en el centro de las habitaciones o debajo de la mesa camilla, sobre una tarima de madera perforada en el centro para encajarlo, que también servía de reposapiés.

Para avivar el fuego se utilizaba un instrumento metálico llamado badila, consistente en un mango y una paleta redonda doblemente perforada en su borde superior.

Aún hoy en día podemos ver braseros de carbón funcionando en muchos hogares, sobre todo en zonas rurales, como una fuente de calor alternativa a la calefacción. Aunque el tradicional brasero de combustión ha sido sustituido casi por completo por otros tipos de braseros que cumplen la misma función pero que son mucho más seguros, ya que funcionan con gas o con electricidad.

Un poco de historia

Los primeros braseros de los que tenemos constancia ya se usaban en celebraciones de la América precolombina, como el ‘tlecaxitl’ azteca. Durante el Imperio Romano los braseros se fabricaban en bronce y eran utilizados como pebeteros. Los primeros vestigios de un brasero que encontramos en nuestro país datan del siglo VII a.C.

Origen del brasero

Foto: Carlos V de Habsburgo

Pero el brasero tal y como lo conocemos en la actualidad comenzó a usarse en Japón durante el siglo XIV. El ‘kotatsu’ era un ingenioso brasero que situaban bajo una mesa y rodeaban con una manta que impedía que el calor se escapara.

Desde finales del siglo XX el tradicional brasero de combustión ha caído en desuso debido a su potencial peligrosidad. Estos pueden generar un incendio por alguna chispa o incluso una intoxicación por el monóxido de carbono producido por una mala combustión. Al mismo tiempo la necesidad de disponer de un lugar donde almacenar el carbón y tirar las cenizas se convierte en algo muy complejo y engorroso si vivimos en un piso.

Por todos estos motivos, los tradicionales braseros de carbón han ido dejando paso a los nuevos braseros eléctricos, mucho más limpios y seguros.

Los peligros del brasero

Tal y como hemos comentado, hasta hace unas décadas en los hogares españoles era habitual ver bajo las mesas braseros de carbón. Pero debido a su peligrosidad dejaron de usarse y fueron sustituidos por los eléctricos.

Su peligro radica en que dentro de una vivienda generar brasas sin estar perfectamente protegido puede ocasionar un incendio ante el más mínimo contacto con cualquier material inflamable.

Además produce el denominado «tufo», que no es más que la emisión de monóxido de carbono por combustión incompleta por falta de oxígeno que puede provocar un accidente mortal si no tenemos bien ventilada la habitación sin que casi nos demos cuenta.

Un brasero sucio, obstruido o con gran acumulación de residuos puede conducir a esta mala combustión. Este gas tóxico que no se detecta por el olor, adormece a quien lo inhala, el llamado “asesino silencioso”.

Con la llegada a los hogares de la electricidad, la calefacción centralizada y la estufa de butano, el brasero de combustión cayó en desuso. Los braseros que podemos encontrar hoy en día en el mercado conservan una estructura similar a los tradicionales, pero funcionan con electricidad o gas, por lo que son más limpios y seguros.

En algunos hogares aún se utilizan los braseros más antiguos, por ello es conveniente instalar un detector de humo.

Tipos de braseros

Muchos hogares durante el invierno utilizan aún hoy en día, braseros como alternativa a la calefacción o como complemento de ésta. El brasero es capaz de calentar la estancia de forma rápida y económica. Veamos a continuación los tipos de braseros que existen:

Braseros de combustión

Son los tradicionales sobre los que acabamos de hablar. Consisten en un recipiente metálico en el que se introduce carbón vegetal para que arda en forma de brasas. Se colocan habitualmente en el hueco específico que hay para ellos en la parte inferior de las mesas camillas.

Son los más peligrosos debido a que ante cualquier descuido pueden originar un incendio y a que la combustión del carbón genera monóxido de carbono que en grandes cantidades y al ser respirado puede causar asfixia.

Braseros de gas

Son similares a una estufa pequeña de butano y utilizan gas para funcionar. También pueden llegar a ser peligrosos debido a que pueden causar intoxicaciones por acumulación de monóxido de carbono.

Braseros eléctricos

En la actualidad son los más usados ya que son los más seguros y limpios. Para calentar utilizan una resistencia eléctrica blindada de acero. Existen diversos tipos:

  • Brasero de calor negro. Producen calor a baja potencia (250 W), lo que reduce el riesgo de sobrecalentamiento.
  • Brasero con protección frente al sobrecalentamiento. Ofrece un sistema que desconecta el brasero cuando detecta una subida de temperatura anormal.
  • Brasero con termostato. Al alcanzar la temperatura deseada se apaga. Proporciona mayor seguridad y ahorra más energía al no tener que estar encendido constantemente.
  • Brasero con sistema anti incendios. Incorpora un sistema de ventilación interna que reduce la temperatura del chasis y hace que el calor se reparta homogéneamente. Se desconecta automáticamente cuando detecta algún objeto que lo haya cubierto de forma accidental, lo que reduce al mínimo el riesgo de incendio.

En definitiva podemos decir que el tradicional brasero de combustión es casi ya un recuerdo debido a su alta siniestralidad y que ha sido sustituido por el brasero eléctrico, mucho más seguro y limpio. Un aparato cargado de historia que ha dado calor a millones de hogares durante siglos y que aún hoy en día sigue calentando las tardes más frías de invierno.